Este que aquí veis, cordial, risueño, íntimo como danzando la dicha, fue, amigos, nuestro último abrazo. Está Valentín en el gozo de ser Valentín, de haber luchado y triunfado, de haber cumplido navegaciones de altura y haber bautizado a los gentiles con el nombre de Galicia, por la señal de la Santa Cruz.
Se ve rotunda su valiente nariz, las cejas alerta, los ojos agudos y sabios, la boca sibarita del placer de la cultura y la frente, ¡ay, la frente dolicocéfala y logarítmica como la bóveda cimera por cuyas praderas interiores pastaba el pazandradismo... ¿El pazandradismo, dice usted? Claro: el pazandradismo. Porque, mira: Valentín fué, y luego Beiras, el que descubrió los números para Galicia como tarea. Antes eran alalás y muiñeiras, estampitas y folklore. Pero había que echarse a andar, desovillar las energías de la estirpe, crear kilovatios, altas chimeneas, bielas, y sumar, multiplicar potenciar, diseñar los principios de la ecnomía, la industria y el comercio frente a ese Atlántico que es nuestro Potosí
. Si, si elemental querido Watson. Pero ¿Y Breogán, la Santa Compaña, la vaca marela, la corredoira, la leira? Entonces Paz-Andrade echaba la mano al bolsillo, sacaba un papelito arrugado y leía al respetable público est de Alfred Weber: El pasado es el espejo del presente, y... el presente, el montón de fracasos del pasado. Luego guardaba el papelito y se iba para Pousa Nova do Mar, a resolver ecuaciones entre esculturas de Failde y cuadros de Laxeiro.
Este fue el último abrazo. Le enrerraron en Lérez, el país natal y mortal. Le dije adiós con un ramo de xesta. Pero el pazandradismo sigue ahí, respirando, dictando a Galicia como tarea...
* Publicado en "Valentín Paz-Andrade", Vigo: SIPSA, 1999, pp, 27-28